Hola
chic@s hoy quiero seguir con el patataexperimento, y de paso, contar
algunas leyenditas... Bueno, aquí os las dejo:
Como veis, ya tenemos dos estupendos brotes. Ahora a esperar a que crezca:
Como veis, ya tenemos dos estupendos brotes. Ahora a esperar a que crezca:
El
castillo del Hambre
Al
pasar por delante de este castillo, todavía hay campesinos en el
lugar que se santiguan diciendo: "Que Deus teña na gloria os
que morreron no castelo da fame". Una plegaria respetuosa que
obedece a la romántica y cruel historia legendaria, transmitida de
padres a hijos, entorno a un espantoso calabozo secreto que se dice
existió en esta fortaleza y en el que dos jóvenes amantes fueron
enterrados en vida.
Fué
a finales del año 1389, cuando este castillo estaba al cuidado de un
alcaide robusto y fuerte, un tanto presuntuoso y enamoradizo, llamado
Pero Lopez. Un hombre violento y cruel que planificó y llevó a cabo
la más horrible de las venganzas.
Le
había echado el ojo a la joven Elvira, doncella de la Señora de
Andrade, pero ella no correspondía a sus atenciones pues tenía
amores con Mauro, el paje favorito del Señor por tratarse de su hijo
bastardo. Ambas circunstancias, ser el preferido de Elvira y del
propio Conde, fueron poco a poco aviviando las llamas del profundo
odio que Pero Lopez llegó a profesar al joven Mauro.
Una
tarde, bajó al Pazo de la Villa a arreglar unos asuntos y allí vió
a Mauro y a Elvira cuchicheando y sonriendo. Se burlaban del amor que
la joven había inspirado al viejo alcaide y, a carcajadas, le
miraban con desdén. Pero Lopez, estremecido de rabia y de celos, les
juró odio eterno y comenzó a maquinar su venganza, que a los pocos
días llevó a cabo con la mayor sangre fría.
Ayudado
por Zaid, un exclavo negro que le obedecía ciegamente como un perro
y que para mayor suerte era mudo, narcotizó y secuestró a los
jóvenes amantes, trasladando sus cuerpos desmayados a un subterráneo
escondido en la torre del castillo del cual muy pocos tenían
noticia. Se accedía a él bajando unas pendientes y ruinosas
escaleras que conducían a una reducida estancia, húmeda y oscura.
Allí, una de aquellas paredes mohosas se abría, manejando un
resorte habilmente ocultado, dando paso a una celda maloliente y
repugnante. Frente a frente, contra dos de los muros del lugar,
depositó los cuerpos de los amantes, ambos sujetos con cadenas y
atormentados con mordazas de madera.
Los
dos jovenes estuvieron mucho tiempo suriendo el horroroso martirio de
contemplarse en aquella situación de la cual no podían librarse.
Mientras,
el Señor de Andrade en vano intentaba dar con el paradero de su
querido paje y de la doncella de su mujer, pero con el paso de los
días fue haciendo caso a las habladurías del pueblo y creyendo que
habían huído juntos.
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